El primer reto que se plantea es el binomio MUSEO Y PERSONAS. Esto es, ¿cómo queremos que sean las relaciones museos-sociedad? ¿Cómo quiere la sociedad relacionarse con el museo? Porque los museos han dejado de ser autoritarios y dogmáticos. No imponen el conocimiento ni sientan cátedra. No son cerrados, ni concluyen. No creen en verdades y certezas absolutas, ni son exclusivos, pasivos y estáticos. No infantilizan, ni centralizan su acción en clasificar, ordenar y exponer. No obligan a circular en un sentido único, ni provocan el tedio. En la era de la hiperconectividad corremos el riesgo de que la relación entre museo y sociedad penda de un hilo virtual. Esa conexión debe existir, e incluirla en los museos ayuda a resituarlos en el tiempo presente. Pero no debe excluir las otras maneras de relacionarnos con la sociedad
El segundo reto viene en forma de pregunta: ¿museos accesibles o museos inclusivos? Lo habitual es que los profesionales de las instituciones museísticas veamos el problema de la inclusión en términos de accesibilidad física, pero la inclusión debe ser un compromiso ético del museo que debe reconocer la existencia de las diferencias, las memorias colectivas olvidadas. En los museos, no existen cosas – mercancías puras-, solo objetos: elementos que son reconstruidos mediante el discurso científico.
La comunicación cobra un significado muy relevante. Frente a la contemplación pasiva, la conversación entre museo y público debe conducir a una experiencia personal significativa. Sabemos que la transmisión del mensaje es más efectiva si en ella intervienen las emociones. Y aquí los museos tienen una posición ventajosa. Frente a los contextos educativos convencionales, el aprendizaje realizado en un escenario no habitual como el museo, predispone muy favorablemente a disfrutar de una actividad en la que intervienen activamente las emociones y que conjuga, a un mismo tiempo, adquisición de conocimiento, reflexión y aprendizaje personal. La mediación con la comunidad debe contribuir al mejor conocimiento personal y a la comprensión de un entorno cada vez más complejo y conectado, estimulando el pensamiento crítico que nos define como ciudadanos libres capaces de descifrar sin distorsiones la realidad que nos rodea. Es importante que los museos permitan un acceso autónomo e individual al conocimiento que desprenden los objetos que custodian y las materias que trabajan.